LA “TORMENTA PERFECTA COVID 19” NOS HA MOSTRADO LO MEJOR DE LA MEDICINA
Javier Gómez Pavón, Jefe de Servicio de Geriatría del Hospital Central de la Cruz Roja “San José y Santa Adela”, y coordinador académico del Grado en Medicina de la Universidad Alfonso X el Sabio cuenta en esta entrevista cómo han vivido los profesionales de los hospitales la “tormenta perfecta COVID 19”.
-Viendo ya con cierta perspectiva la pandemia, nos gustaría conocer el testimonio de un médico que ha estado dedicado a la atención a pacientes en un hospital. Cómo fueron los comienzos para enfrentarse a una enfermedad desconocida…
Se veía de lejos, preparándonos, estudiando los artículos que iban saliendo, compartiendo información en redes sociales. Pero de una forma más o menos abrupta, sin apenas percibirlo, ya se encontraba en el hospital con bajas de personal sanitario y con una clínica desconcertante de alta mortalidad. La información que nos había llegado de China era de una menor mortalidad, con una clínica no bien descrita de sus fases y de un manejo epidemiológico no claro a lo que de repente nos estaba ingresando en oleadas. Aunque habíamos creado en el hospital un comité Covid 19, clínico y de gestión, la realidad le superó. Tuvimos que ir poco a poco entendiendo, comprendiendo la enfermedad, su manejo sintomático y sus complicaciones. Aprendimos sobre todo de la importancia del trabajo en equipo en donde el trabajo de cada uno es vital para controlar la transmisión. Poco a poco fuimos ganando confianza venciendo el temor fruto de lo desconocido.
- ¿Cuándo fueron conscientes de que se trataba de una epidemia muy importante?
Cuando nos ingresaban en un día el doble o hasta el triple de lo habitual y todos con un juicio clínico común: Neumonía SARS-Cov 2. Cuando se tuvieron que cerrar de forma urgente las camas quirúrgicas para poder atender a los pacientes graves que nos ingresaban. Cuando en las oleadas de ingresos te sentías impotente al no conocer bien la enfermedad y no disponer de tratamiento efectivo. Cuando en 24-48 horas fallecían por distrés respiratorio agudo.
Cuando enfermaban compañeros tuyos, algunos ingresados con neumonía grave. Cuando salías de casa a las 7:00 horas y eran las 22:00 horas y volvías a casa enganchado al móvil de guardia. Cuando veías a compañeros tuyos de otras especialidades codo con codo y te decían con humildad “a tus órdenes”. Cuando personal de enfermería dejaba entrever su agotamiento con ojos húmedos al quitarse el EPI. Cuando las familias te desgarraban al darles la información de sus seres queridos a los que llevaban días y días sin poder verles.
En fin, enseguida fuimos conscientes que estábamos viviendo un gran huracán, un gran tsunami, y que ése era nuestro trabajo, intentar salvar el mayor número posible de vidas y en los que no era posible, acompañarles y cuidarles hasta el final.
- ¿Cómo tuvieron que adaptar los hospitales?
Nuestro hospital, al ser un hospital general de apoyo, en un principio nos establecieron como hospital para el manejo de pacientes no Covid. Pero el 15 de marzo ante la avalancha y el colapso de nuestros hospitales a los que apoyamos, tuvimos que modificar drásticamente nuestra gestión. Así en una primera semana de 78 camas de agudos (51 de geriatría y 27 de Medicina Interna) se pasó a 43 camas más quirúrgicas y posteriormente a ir sacando camas día a día de cualquier rincón del hospital (rotondas, camas de media estancia, salas de despertar) hasta llegar a un total de 189 camas, todas para la enfermedad Covid 19 excepto 7 de paliativos y 10 de los escasos pacientes no Covid.
Se realizó un pool común de médicos para poder llevar dichas camas médicas con ayuda del resto de especialistas. Los geriatras lideramos aproximadamente las 2/3 de las camas codo con codo con nuestros compañeros los internistas, cardiólogos, neumólogos, neurólogos, digestivos, oftalmólogos, traumatólogos, cirujanos generales, intensivistas, microbiólogos, epidemiólogos, etc. Los MIRs fueron esenciales, como siempre “el alma” del Servicio, del Hospital y demostraron su valía, su valentía y sus conocimientos cuando más les necesitamos. Desde aquí: ¡¡Gracias, gracias de corazón, luchásteis por vuestros pacientes!!. Y qué decir del personal de enfermería, desbordado por el trabajo, por el horror de las gafas, la mascarilla, el EPI, la tensión acumulada de todo el turno, y siempre tenían una palabra dulce, un gesto candoroso y cariñoso ante el anciano. Anciano diferente al habitual y que “se marchaba, se escapaba” con facilidad.
Toda esta experiencia ha sido inolvidable y aunque en mi Hospital la relación entre especialidades siempre ha sido buena, la “tormenta perfecta Covid 19” nos ha mostrado lo mejor de la medicina: “la generosidad, el respeto y la unión de las especialidades ante un paciente común generalmente anciano frágil con enfermedad grave, desconocida y en donde todos éramos muy importantes”.
Cuando las UVIs necesitaron de camas, las 3 camas de Recuperación Quirúrgicas se transformaron en 5 camas de UVI Covid. En la primera semana ante la avalancha de pacientes también ampliamos la urgencia que habitualmente era de un pequeño cuarto, convirtiéndose en un gimnasio de 4 a 8 camas y con 6 a 10 sillones controlados por todos los cirujanos con apoyo de internista-geriatra para la toma de decisiones. Todos estos cambios se realizaron con consenso en el grupo Covid formado desde el primer momento en conjunto con la dirección.
Por último, Geriatría a la vez siguió con el programa habitual de hace más de seis años de coordinación con residencias ampliándolo con la figura de geriatra de enlace con busca de 8 de la mañana a 22:00 horas de lunes a lunes. Como en todos los Servicios de Geriatría, fue un trabajo extenuante, con más de 2000 llamadas realizadas en mes y medio, a las que hay que añadir las conexiones por tele sesión, los emails, los WhatsApp. El geriatra referente no solo coordinó sus residencias habituales (cerca de 2000 usuarios en nuestro caso) sino que a la vez se coordinaba con geriatras de referencia de otros hospitales para ofrecerse ayuda mutua y poder realizar en nuestro caso los ingresos directos desde las residencias a nuestras camas intentando descongestionar la urgencia. Se llevaron a cabo en este tiempo el doble de ingresos que en todo un año, ingresos directos a planta desde la residencia, con dificultades de traslado por el SUMA que paciente a paciente se sorteaban diariamente. Concretamente en mes y medio, 206 ingresos directos y 82 desde la urgencia, de un total de más de 600 de los cuales cerca del 70% fueron ancianos de centros residenciales. Se suministraron fármacos de uso hospitalario no solo de stock sino también a demanda de las necesidades, sin límite.
El geriatra de enlace ha sido y es un apoyo profesional, fiel y leal a las residencias, todas ellas golpeadas duramente, con múltiples heridas, con momentos de escasez de recursos sobre todo de personal sanitario ante las bajas, consensuando con ellos en todo momento lo que siempre hacemos con o sin pandemia: la mejor opción de manejo para el anciano frágil. Desde aquí mi sincero reconocimiento por el extraordinario trabajo desempeñado por las residencias antes, durante y después de la pandemia.
Finalmente, nuestro hospital quedó como uno de los hospitales de referencia para ingresos desde las residencias coordinado por la Dirección General de Coordinación Sociosanitaria hasta el final de la pandemia, “rematando” así su trabajo de apoyo al anciano frágil institucionalizado.
- ¿Cómo fue la relación con los pacientes que estarían más asustados de lo normal?
Los pacientes en su mayoría ancianos agradecían ya desde el momento del ingreso, el sacarles de las urgencias, en donde algunos habían vivido situaciones muy difíciles. Preguntaban prudentemente por su situación, por esa falta súbita de aire con dolores en el pecho, en todo el cuerpo y con fiebre alta que les “turbaba el pensar”. En seguida pedían que dieras la información a su familia, como es habitual, los ancianos preocupados por sus hijos para protegerles y aliviar su sufrimiento.
Ya en los primeros días, reservamos en nuestro hospital los escasos EPIs para dejar a los familiares visitar a sus seres queridos en sus últimos días, y hasta que conseguimos tablets, todos los profesionales utilizaban los propios teléfonos “plastificados” o los del paciente que se intentaba que siempre tuvieran batería. Nos organizamos desde el primer día para informar telefónicamente todos los días a las familias, pero a veces no daba tiempo ya que ingresaban y fallecían en menos de 24 horas o bien en los fines de semana con cobertura solo de guardia. Mi agradecimiento a nuestras queridas trabajadoras sociales y al servicio de atención al paciente piezas claves en la comunicación con las familias. El servicio religioso realizó una gran labor silenciosa, encomiable y en ocasiones no bien reconocida.
Cuando los cuerpos se acumulaban en espera de su retirada en el mortuorio, la relación con las familias se complicaba ante una situación dantesca que no llegaban a comprender. Nadie que no lo viviera en primera línea, podía comprenderlo. Una cosa es escuchar las noticias y otra muy distinta vivirlo directamente.
Pero poco a poco ya se estableció una rutina de comunicación diaria con tablets, imágenes e incluso con algunas visitas programadas en situaciones claves recomendadas y consensuadas por todos. Nos organizamos con rehabilitación y en aquellos pacientes que lo permitían tanto terapia ocupacional como fisioterapia fueron ayudas claves. Fueron valientes aceptando el cuerpo a cuerpo con el paciente Covid 19. Poco a poco pasadas esas dos primeras semanas un tanto oscuras, una nueva forma de trabajar se instauró en el hospital con mejoras continuas, basadas en nuestro aprendizaje diario. Celebramos varios cumpleaños muy emotivos de nonagenarios que sobrevivieron y como no, el alta de pacientes nos daba mucho, mucho ánimo a todos. Y aunque parezca una tontería, las 20:00 horas cuando estabas de guardia y parabas un segundo a escuchar los aplausos, a la policía y guardia civil a la puerta del hospital, todos aplaudiéndonos, te llenaba por un instante de energía vital para seguir luchando por controlar “la tormenta perfecta” que ya empezabas a controlar un poco más.
- ¿Cuál fue el principal problema, encontrar un tratamiento, la falta de recursos, la capacidad de los hospitales, mantener un buen estado de ánimo?
Todos fueron factores que sumaron. El principal fue el desconcierto ante lo que ocurría, con falta directrices claras, cambiantes, en muchas ocasiones llegaban tarde junto con la falta de medios y el crecer incesante de pacientes que se sumaban a las bajas de los trabajadores.
El desconocimiento de la enfermedad con falta de posibilidad de realizar pruebas de PCR diagnósticas, falta de unas fases clínicas bien definidas (no estaba definida ni clara la tormenta de citocinas), nos hacía zozobrar en las primeras semanas. Así los datos muestran como poco a poco la mortalidad fue disminuyendo con estancia medias más altas al conocer mejor las fases clínicas y sus tratamientos. Por ejemplo, el uso de corticoides, al principio no indicados y que posteriormente aprendimos que es una de las mejores armas junto con las heparinas de bajo peso molecular. La atipicidad de las presentaciones clínicas en nuestros pacientes frágiles que no estaban descritas pero que como geriatras nos dimos cuenta en seguida enseñando a nuestros compañeros el manejo de síndromes geriátricos tan comunes para nosotros como el delirium, la disfagia, la negativa a la ingesta por la anosmia.
La falta de material, nos hacía a que estuviera en todo momento, los EPIs muy controlados y restringido su uso en ocasiones para toda la jornada, con mascarillas no siempre claro su uso ni el tipo, así como otras medidas como el intentar mantener zonas “limpias” como los despachos médicos, los de enfermería, etc. Esto motivaba tensiones entre supervisión con médicos, personal de enfermería y también con preventiva ante la falta en ocasiones de directrices claras y de material para llevarlas a cabo (pruebas de PCRs, posteriormente serologías).
El cansancio hacía mella día a día sobre todo cuando como he dicho ante compañeros que ingresaban incluso en la UVI o recibías noticias de fallecidos cercanos. Todos hemos vivido situaciones de angustia con el EPI, las gafas, las mascarillas, los guantes, las calzas… pero algo clave fue el intentar formar equipos con gente afín. Los que quisieron formaron parte de los equipos que se fueron cohesionando poco a poco con empatía, relajación e incluso humor. El café u otros momentos de descanso eran básicos, compartiendo, entre todos, situaciones de apoyo. La comunicación fue crucial en estos nuevos equipos. Se realizaron sesiones de todos con todos con medidas adecuadas para evitar contagio, para que todos compartiéramos la misma información. Sesiones que intentaba que fueran siempre positivas, siempre hacia delante de forma amistosa.
- Visto todo con cierta perspectiva y pendientes de una nueva posible oleada o rebrote ¿qué se debe hacer en los hospitales?
Tenerle un gran respeto al SARS-Cov 2. Los hospitales estamos en continuo aprendizaje y creo que estamos preparados, si se puede estar preparado, en cuanto que ya conocemos a que nos enfrentamos. Pero algo aprendido por todos es que la lucha contra el Covid 19 no está en los hospitales sino fuera en la comunidad. Es necesario que los políticos se queden aparte de la gestión sanitaria, que nos dejen hacer, que no tengamos en Madrid esta presión de fuego cruzado en donde los sanitarios estamos en medio. No ayuda la crispación política. “No disparen al pianista” y recuerden que “ya tenemos culpable: el Covid 19”.
Por favor, sigan las recomendaciones de los técnicos y sociedades científicas como la nuestra: Test, test y más test para localizar y actuar fuera de los hospitales, apoyar a salud pública, a la atención primaria y residencias que son el principal dique de contención, reforzar las plantillas de los centros de primaria y como no de las residencias. Formación con instrucciones claras, consolidando las líneas de coordinación hospitalaria ya establecidas. Actuar de verdad y rápido ante resultados positivos con aislamientos que sino pueden ser llevados en sus domicilios sean llevados en hoteles o en otras residencias en su caso, … Por favor, dejen que la orquesta suene y hagan caso a las indicaciones de sus directores.