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GERIATRÍA DE ENLACE: EN LA TRANSICIÓN DE LO URGENTE A LO IMPORTANTE

Cristina González de Villaumbrosia, Jefa asociada del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos.

GERIATRÍA DE ENLACE: EN LA TRANSICIÓN DE LO URGENTE A LO IMPORTANTE
Equipo de Geriatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos. De izquierda a derecha: Laura Cotano, Clara Valverde, Sofía González, Raquel Barrera, Cristina González de Villaumbrosia.

Nadie estaba preparado en 2019, tanto a nivel individual como colectivo, para que una pandemia viral asolara el planeta. En muchos artículos de opinión se habla de que teníamos una “situación basal” muy frágil a nivel sanitario, económico, social… que ha tenido la culpa de que no hayamos sido capaces de soportar la prueba de esfuerzo que ha supuesto la pandemia. Siendo algo más indulgentes con nosotros mismos, podemos pensar también que a lo mejor no éramos tan frágiles, sino que sencillamente vivíamos en un mundo que no estaba diseñado ni pensado para poder vivir una situación así. Entre otras cosas porque ni el más pesimista de entre todos los pesimistas era capaz de prever con claridad que esta pandemia pudiera suceder. Así que de igual manera que los colegios no se construían pensando en cómo evitar el contagio entre niños y profesores, o que en el metro o el cercanías lo normal era ir siempre apretujados y sin ventilación y no pasaba nada, o que en los bares te pudieras juntar con tus amigos y cuanto más juntos, mejor... Y así un interminable etcétera (nuestras propias casas, los restaurantes, el teatro, el cine, las discotecas, las universidades, los aviones, los gimnasios….), tampoco los hospitales ni las residencias de personas mayores se diseñaron pensando en un hipotético virus del futuro que se transmitiría por aerosoles. Más bien todo estaba diseñado al revés, pensando en promover el contacto entre las personas; de esa manera en las residencias siempre ha sido muy positivo tener espacios comunes donde las personas mayores pudieran socializar y hacer actividades juntos. La mayoría de las habitaciones son dobles, y en general se tiende a cuidar mucho la parte de atención “social”, mientras se mantiene lo básico de la atención “sanitaria” dado que lo normal era tener residentes no tan enfermos como con el COVID, en esa bicefalia por la que las residencias son también llamadas centros socio-sanitarios. Es decir, que podemos tener dudas sobre si llegamos a marzo de 2020 siendo “frágiles o robustos”. De lo que no cabe duda es de que llegamos poco o nada preparados, y que las residencias, tal y como estaban diseñadas, eran un caldo de cultivo ideal para la propagación del SARS-COV-2 e iban a requerir muchísima capacidad de adaptación para sobrellevar la situación.

En este contexto llegó la primera ola de la pandemia. En el caso de nuestro hospital, teníamos la suerte de que el Dr. Javier Martínez Peromingo (anterior Geriatra de enlace de nuestro hospital y actual Director General de Coordinación Sociosanitaria de la Comunidad de Madrid) llevase años tejiendo una red de colaboración con las residencias de la zona, y gracias a él teníamos ya preparado el camino en este nivel asistencial al que llamamos “Geriatría de Enlace”. Pero pronto se desbordó la situación en las residencias; hacían falta manos y el despacho de Javier pasó a ser (sólo de forma figurada) el camarote de los hermanos Marx, porque empezó a llenarse de gente que veníamos a ayudar desde el resto del servicio de Geriatría, y desde Medicina Interna y Continuidad Asistencial, tanto médicos como enfermeras. Empezaron las primeras salidas a las residencias. Para la mayoría de nosotros era la primera vez que poníamos Villamanta, Villamantilla, Cadalso de los Vidrios, etc, en el mapa, y que íbamos presencialmente a una residencia de nuestra área.

Pensábamos un tanto ingenuamente que llegábamos a las residencias sobre todo a ayudar, y no dudo que sí, algo haríamos; pero sobre todo aprendimos muchísimo. Aprendimos a marchas forzadas lo que es la Geriatría de Enlace y el mundo de las residencias. Aprendimos que si quieres ayudar, primero tienes que conocer y aprender los nombres de al menos el director, Médico de residencia, Médico de Atención Primaria y enfermera de las 45 residencias que dependen de tu hospital, para poder hablar de forma cercana con el que está al otro lado del teléfono. Aprendimos también a hacer PCRs, test rápidos, clicar analíticas y toda suerte de cosas que, sobre todo los médicos, no habíamos hecho nunca. Aprendimos a emplear los pocos medios que teníamos en intentar ayudar a sectorizar lo mejor posible las residencias. Todos teníamos el lóbulo prefrontal (el de la creatividad) en ebullición, y cada día alguien traía barruntada desde casa una idea feliz para aportarla al equipo; ¿Por qué no hacemos un Excel con los resultados de los test rápidos? ¿Por qué no revisamos el protocolo de la hidroxicloroquina? ¿Por qué no hacemos algo sencillo para ayudar a interpretar los test rápidos y hacer la sectorización mediante un cuadro con forma de semáforo? Todo era colaboración y energía en aquellas semanas, de forma que incluso acabamos publicando un artículo sobre el semáforo en el “Journal of the American Medical Directors Association” (JAMDA) por si le era de utilidad a otras residencias.

La primera ola dio paso a las olas sucesivas, con la velocidad vertiginosa a nivel científico de “aquel loco año 2020”. El artículo del semáforo se quedó obsoleto prácticamente antes de salir publicado, aparecieron los test de antígenos, las serologías por quimioluminiscencia y el estudio de seroprevalencia de la Comunidad de Madrid, no se vio beneficio de la hidroxicloroquina y otros tantos fármacos que se habían empezado a usar, y así un largo etc. Si en la primera ola hizo falta una dosis extra de creatividad, en las siguientes fue necesario sacar a pleno rendimiento nuestra capacidad de adaptación. Empezaron a aparecer varias publicaciones sobre la Geriatría de Enlace en los tiempos del COVID desde los hospitales de La Paz, Alcorcón, Gregorio Marañón en el “Journal of the American Geriatrics Society” (JAGS), etc (y seguro que otros muchos que me olvido y dejo sin nombrar). Incluso el equipo de Geriatría de La Paz sacó fuerzas para organizar en marzo de 2021 el primer curso sobre Geriatría de Enlace, que fue un bálsamo y un momento de intercambio de impresiones e iniciativas de las distintas áreas sanitarias muy enriquecedor.

Pero todo este proceso no ha pasado en balde para los sanitarios de residencias, Primaria y hospitales. Los recursos humanos cada vez van estando más mermados por bajas y rotación de personal entre centros. El desgaste físico y mental es evidente. La actividad ya no es sólo la previa, o sólo la derivada del COVID, sino que empieza a ser las dos a la vez. Y el cansancio aprieta. Ahora se han cambiado las tornas; estamos más preparados que en 2019, pero ahora sí que, sin duda, somos frágiles y estamos cansados.

“Espera mi llegada con la primera luz del quinto día; al alba, mira al Este”, le dijo Gandalf a Aragorn en el Señor de los Anillos. Y cuando la batalla estaba casi perdida y todo el ejército de “los buenos” estaba desfallecido, efectivamente apareció  Gandalf al quinto día con refuerzos y se salvaron. Pues algo parecido nos ha pasado con las vacunas; han llegado para salvar la situación cuando más lo necesitábamos. Para las residencias, sin duda, ha supuesto el principio del fin del COVID (esperemos que de forma permanente), como ha publicado recientemente con mucho acierto el equipo de La Paz en la Revista Española de Salud Pública. Los brotes en residencia ahora son escasos y, cuando los hay, los pacientes tienen cuadros leves. O sea, la salvación que estábamos esperando.

¿Qué hemos aprendido en este tiempo sobre la Geriatría de Enlace (sobre todo los profesionales que somos novatos en este ámbito y nos estamos dedicando a ello a raíz del COVID; los demás ya lo traían aprendido de antes)? Lo primero, que la Geriatría de Enlace es sinónimo de trabajo en equipo con mayúsculas, como casi todas las cosas que se desarrollan en Geriatría. Trabajar en equipo con las residencias significa abandonar viejas ínfulas por ambas partes; pensamientos como “es tu residente”, o “es tu paciente”, para abrazar la idea de “es nuestro paciente y los dos ayudamos a que esté lo mejor  posible”. La Geriatría de Enlace es empatizar con la otra parte y entender las limitaciones, los errores, las fortalezas, la idiosincrasia y el funcionamiento del otro, y animarse mutuamente a mejorar, sin criticar de forma destructiva. Es hacerse piña con el resto de sanitarios que también hacen equipo con las residencias; Atención Primaria, Unidades de Atención a Residencias (UAR) y equipo de Continuidad Asistencial del hospital. Es ejercer la diplomacia en medio del choque de mundos que son las residencias y el hospital, haciendo entender a los compañeros del hospital que las residencias son centros muy sociales y menos sanitarios, y a las residencias, por el contrario, que los hospitales son muy sanitarios y muy poco sociales. La Geriatría de Enlace pasa también, como siempre, por apoyarse muchísimo en Enfermería. Y lo último, que para ejercerla, hace falta salir de la zona de confort y atreverse a aprender y hacer de todo, donde haga falta.

¿Qué futuro le espera a la Geriatría de Enlace? Parafraseando a Winston Churchill, “el pesimista ve la dificultad en cada oportunidad. El optimista ve la oportunidad en cada dificultad”. En nuestro caso, ojalá seamos como el optimista y veamos que, ante una dificultad tan seria como es el COVID 19, tenemos la oportunidad de poner en evidencia la utilidad de la Geriatría de Enlace y consolidarla. Ahora es tiempo de aplicar todo lo aprendido en este año y de hacer que se mantenga de forma permanente. Es tiempo de pasar de lo urgente a lo importante, es decir, que el ir “apagando fuegos” en los brotes de las residencias dé paso a que los residentes tengan una atención geriátrica programada de la máxima calidad. Es tiempo de pasar de la épica de las primeras olas, a la necesidad ética de colaborar con las residencias. Cada hospital y modelo asistencial tendrán sus propias características y particularidades para desarrollarlo, pero es necesario que, cada uno a su manera y con sus medios, perseveremos en mantenerlo y potenciarlo. Para ello será importante mantenernos creativos, no tener miedo a innovar, ni a dar pasos en falso. Utilicemos las nuevas tecnologías siempre que sean de utilidad. Cuando no sepamos por dónde empezar o seguir, acordémonos de recurrir a “los clásicos”, es decir, a los hospitales o sistemas sanitarios que sean los alumnos aventajados y lleven haciendo Geriatría de Enlace de forma estructurada y masiva desde mucho antes del COVID. Y por último y más importante, es tiempo de poner en valor el trabajo inconmensurable realizado por el personal de las residencias, darlo a conocer, y continuar haciendo equipo con ellos.

No me resisto a mencionar a la escritora Irene Vallejo cuando cuenta el mito de Eneas, que siendo un fugitivo que abandonó el campo de batalla huyendo del incendio de Troya, tuvo la entereza de salvar a su anciano padre y a su hijo cargándolos a hombros. A pesar de la imagen de fracaso, siglos después, serían los descendientes de Eneas quienes fundarían la ciudad de Roma. “Nunca olvides que los primeros pasos de nuestra civilización fueron los de un hombre a punto de derrumbarse, con un anciano a las espaldas y un niño de la mano”, Irene Vallejo dixit.

Nuestro sistema sanitario en general, tan frágil y agotado, y la Geriatría en particular, son los Eneas de hoy en día. Estoy convencida de que, al igual que él, y a pesar del cansancio, sabremos perseverar y aguantar lo que quede de pandemia y post-pandemia llevando a las personas mayores sobre nuestros hombros. Se lo debemos a ellos; a los mayores que ya se han ido, y a todos los que nos quedan por tratar y cuidar.

 
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