ALZHEIMER: SI NO PODEMOS CURAR, PODEMOS PREVENIR
Dr. David A. Pérez Martínez, Jefe del Servicio de Neurología Hospital “12 de Octubre”, Hospital “La Luz”
Un reciente trabajo sobre la previsión de pacientes con demencia en las próximas décadas no es optimista (1). Se estima que en el 2019 habría más de 50 millones de pacientes con algún tipo de demencia, la mayoría con un cuadro de enfermedad de Alzheimer (EA). No obstante, en las próximas décadas este crecimiento será exponencial en algunas partes del planeta, llegando a más de 150 millones de pacientes en el año 2050. Este aumento en el número de casos será asimétrico. Los países del continente africano y los de Oriente próximo serán los que más sufrirán este aumento con tasas de más de un 300%. Sin embargo, los países occidentales, y en general las áreas más desarrolladas, tendrán un incremento mucho más modesto a pesar del fuerte envejecimiento poblacional.
Este hallazgo no es reciente, desde hace más de una década diversos estudios epidemiológicos en EE.UU. y Europa han observado una reducción de la incidencia y prevalencia ajustada a la edad de los pacientes con demencia y EA (2). En nuestro país disponemos de los hallazgos descritos en el estudio ZARADEMP, donde se observa una reducción de la prevalencia de demencia entre dos cohortes separadas temporalmente (3). La principal hipótesis para explicar esta reducción de la incidencia es plantear que existen intervenciones para prevenir la demencia y la EA.
Disponemos de una ingente cantidad de información epidemiológica sobre múltiples factores de riesgo y de prevención para el desarrollo de demencia. La diversidad de intervenciones hace que el análisis sea complejo. El desarrollo de algunas revisiones “paraguas” permite englobar todas estas posibilidades y analizar el riesgo o prevención asociado a cada una de ellas. La más reciente es un ambicioso trabajo, casi enciclopédico, que analizó unos 35.000 estudios con el objetivo de identificar la evidencia más relevante (4). Muchos de estos factores están íntimamente interconectados y hacen complejo comprender con exactitud en qué grado contribuye uno u otro factor. No obstante, hay factores con una clara evidencia para la protección. Así, llevar un estilo de vida donde se potencie el ejercicio físico regular, evitar el sobrepeso y el control de los factores de riesgo vascular (especialmente controlar la hipertensión arterial y evitar el tabaquismo) son claramente beneficiosos. La dieta mediterránea es otro elemento clave en numerosos estudios, y que genera sinergias con todos los factores previamente comentados (5). Al contrario, los síntomas depresivos o los trastornos de sueño aparecen en distintos estudios como un factor de riesgo para demencia. Sin embargo, en estos casos es complicado saber si se trata de un factor de riesgo asociado a los mecanismos causales de la enfermedad, o bien nos enfrentamos a una serie de síntomas prodrómicos de la misma. Este hecho hace más complejo el análisis al carecer de una certeza biológica sobre el momento exacto en el que la enfermedad tiene comienzo. Existen evidencias sobre diversas intervenciones que deberían tenerse en cuenta, aunque es razonable mantener cautela y asegurar su confirmación en el futuro. Se trata del efecto potencialmente beneficioso de los suplementos de folatos, vitaminas del grupo B, C o D o la reducción de la hiperhomocistinemia. Probablemente nos encontramos ante escenarios en los que existen múltiples factores interconectados que hacen difícil una valoración univoca de estas intervenciones. En todo caso, sería apropiado validar estos hallazgos en ensayos clínicos a largo plazo.
No existe un tratamiento curativo para la EA. Las terapias específicas aprobadas solo han mostrado en ensayos clínicos un modesto beneficio en retrasar el declinar cognitivo en poco más de 6 meses. Además, las terapias que se están desarrollando enfocadas en la modificación de la fisiopatología de la enfermedad no han demostrado todavía una eficacia clara (6). Por lo tanto, las medidas preventivas son clave para el futuro de la enfermedad. La EA es una de las patologías con mayor impacto socio-económico en los países desarrollados, y en las próximas décadas lo será a nivel global, como se ha evidenciado en las Jornadas de geriatría del Hospital de la Cruz Roja. Debería ser una prioridad la implantación de políticas de salud públicas que fomenten las intervenciones preventivas ya conocidas. Si no podemos curar, podemos prevenir.
BIBLIOGRAFIA
- Estimation of the global prevalence of dementia in 2019 and forecasted prevalence in 2050: an analysis for the Global Burden of Disease Study 2019. Lancet Public Health [Internet]. 2022;0(0). Disponible en: https://www.thelancet.com/journals/lanpub/article/PIIS2468-2667(21)00249-8/fulltext
- Serrano-Pozo A, Growdon JH. Is Alzheimer’s Disease Risk Modifiable? J Alzheimers Dis JAD. 2019;67(3):795-819.
- Lobo A, Saz P, Marcos G, Dia JL, De-la-Camara C, Ventura T, et al. Prevalence of dementia in a southern European population in two different time periods: the ZARADEMP Project. Acta Psychiatr Scand. 2007;116(4):299-307.
- Yu J-T, Xu wei, Tan C-C, Andrieu S, Suckling J, evangelou evangelos, et al. Evidence-based prevention of Alzheimer’s disease: systematic review and meta-analysis of 243 observational prospective studies and 153 randomised controlled trials. J Neurol Neurosurg Psychiatry. 2020;0:1-9.
- Mentis A-FA, Dardiotis E, Efthymiou V, Chrousos GP. Non-genetic risk and protective factors and biomarkers for neurological disorders: a meta-umbrella systematic review of umbrella reviews. BMC Med. 2021;19(1):6.
- Knopman DS, Amieva H, Petersen RC, Chételat G, Holtzman DM, Hyman BT, et al. Alzheimer disease. Nat Rev Dis Primer. 2021;7(1):1-21.