CUANDO LA TÉCNICA NO ES SUFICIENTE
Lourdes Bermejo. Vicepresidenta de Gerontología de la SEGG
Inauguramos un nuevo espacio que llamamos “Con ética” con la intención de aportar reflexiones que desde la ética nos ayuden a continuar mejorando y ampliando nuestra mirada en lo personal y en lo profesional.
Todos los profesionales de la Geriatría y la Gerontología tenemos, de una forma o de otra, formación y sensibilidad en aspectos éticos. Sin embargo, y afortunadamente, las sociedades evolucionan y lo que exigimos como ciudadanos, en nuestra vida, y lo que las personas que necesitan apoyos demandan y requieren ahora no es lo mismo que años atrás.
La propia sociedad cada vez más diversa y plural hace que el reto de dar una atención personalizada, integral y ética, sea cada vez más complejo.
Ser un buen profesional, independientemente de cual sea nuestra disciplina o nuestro contexto, requiere siempre de conocimiento y de la aplicación correcta de habilidades técnicas, aunque esto ya no es suficiente. Ahora sabemos que necesitamos competencias y actitudes relacionales y éticas. Nuestra responsabilidad, nuestro compromiso con las personas con las que nos relacionamos y atendemos va mucho más allá de evitar un mal y de promover su bien; o de la aplicación correcta de la deontología profesional. Promover y respetar la dignidad de las personas es mucho más complejo y exigente, e implica una forma de relación y de entender la profesión en permanente revisión y construcción, sea ésta cual sea.
Buscamos promover desde este espacio de reflexión una ética profesional y personal que incorpore en el día a día los principios de la bioética y, como bien sabemos, no es sencillo. Por ejemplo, contemplar el Principio de Autonomía exige que incorporemos los valores y criterios de las personas mayores en las decisiones. Éstos, frecuentemente, no coinciden con nuestros propios valores y criterios, ni con los de sus familiares ni con los de las personas que ejercen una figura de representación.
Proporcionar una atención integral y personalizada que garantice la dignidad de las personas y el ejercicio de sus derechos, requiere contemplar más la singularidad de cada sujeto, revisar nuestras actitudes y actuaciones paternalistas, así como establecer unas relaciones en las que favorezcamos que las personas mayores que necesitan cuidados o apoyos, puedan mantener el control de sus vidas, tanto como sea posible.
Vivimos en una sociedad cambiante que cada vez reconoce más los derechos y busca apoyos para que puedan ejercerse. Los nuestros son ya contextos sociales y profesionales plurales con personas muy diferentes, con códigos morales distintos. Desde esta premisa ética implica necesariamente situaciones de conflicto de valores en las relaciones y en las decisiones socio sanitarias. Implica que a veces el consenso en las decisiones conllevará asunción de riesgos que las personas consideran bueno y adecuado para ellas.
Necesitaremos seguir sabiendo más de la sociedad longeva, compleja y plural que somos; necesitaremos seguir mirándonos a nosotros mismos para identificar nuestra propia fragilidad actual, incluso proyectarnos en el futuro (pues seguramente nosotros también seremos personas que necesitemos apoyos o cuidados para llevar una vida buena). Necesitaremos seguir cuestionándonos nuestras formas de desempeñar la profesión, de relacionarnos con los ciudadanos en situación de vulnerabilidad o fragilidad, con sus familiares, allegados y comunidad. Necesitaremos también revisar nuestra forma de trabajar con los compañeros en los equipos interdisciplinares y con los profesionales de otros recursos. Y también, las formas de liderazgo y de gestión, buscando alinearnos al Principio de Justicia.
Todos los ámbitos de la ética nos son, de algún modo, propios, por el hecho de vivir y, además, por ser profesionales del cuidado o del acompañamiento a personas. Todos somos agentes partícipes de las mismas: de la ética de la relación (la micro ética o ética personal y profesional), de la que reflexiona sobre los sistemas de organización de los entornos asistenciales (meso ética o ética de las organizaciones) y de aquella más amplia que ahonda en nuestra estructura social (la macro ética o ética cívica).
Todos los actos que realizamos, la forma de relacionarnos, las decisiones que tomamos, las prioridades que establecemos… demuestran nuestros valores morales. ¿Somos conscientes de cuáles son y de lo que está implicando en nuestro desempeño profesional? ¿Somos capaces de respetar los valores del otro?
De todo ello queremos hablar en este espacio de la SEGG, una humilde ventana a la que asomarse para seguir reflexionando y aprendiendo para estar altura de este reto con ética.