Escuchar y escucharse
Carmen Sánchez Carazo, Doctora en Medicina. Grupo de trabajo Ética y Legislación de la SEGG.
La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la soledad y aislamiento que sienten muchas personas y, de manera importante, las personas que viven solas y las personas mayores.
El hombre es un ser “en relación”. Necesitamos el encuentro con el otro, el compartir y relacionarnos. Ser escuchados es un derecho que tenemos las personas desde niños para poder tomar decisiones, sentirnos personas dignas, autónomas y libres.
Ser escuchados, estar en relación nos permite mantener nuestra autoestima personal.
Últimamente se habla mucho de la escucha, de la necesidad de ser escuchado y de escuchar a los demás. Pero se habla poco de prestarse atención a sí mismo y es muy importante empezar a darse cuenta de uno mismo para escuchar y ser escuchado.
En este breve artículo quiero hablar de saber y querer escucharse que es prioritario a la hora de escuchar y de ser escuchado. Para escucharse a uno mismo hay que prestar atención a nuestro cuerpo y nuestra mente. Es importante pararse diariamente y sentir nuestro cuerpo; las sensaciones agradables y desagradables, qué postura tenemos, cómo se mueve cada uno de nuestros miembros; desde los dedos de nuestros pies al movimiento de nuestras cejas, caderas, brazos, manos nuestra cabeza, cejas, frente, etc. Sentir cada parte de nuestro cuerpo y de manera especial ser conscientes de nuestra respiración; centrarnos en nuestra inspiración y espiración. Esto nos ayuda a sentirnos con nosotros mismos, a sentirnos persona. Ante diversos problemas, situaciones, ante las deficiencias que podemos tener, es importante preguntarnos ¿qué nos está pasando? Examinémonos, qué hay detrás de lo que me ocurre, de lo que acontece, sin caer en la victimización.
Si algo nos molesta, no lo evitemos; percibamos cómo y de qué forma nos molesta, sintamos dónde nos duele y por qué. Darnos cuenta de nuestro cuerpo, de nuestras sensaciones, nos ayuda a mejorar nuestra autoestima, nuestra seguridad. “Yo soy mi cuerpo”, defendía Laín Entralgo. Mi cuerpo es muy importante en la relación con los demás y conmigo mismo. Por ello, es necesario escucharlo, acogerlo, aceptarlo y amarlo. Hay momentos en que por el deterioro u otras razones se hace muy difícil aceptar y acoger nuestro cuerpo. En estos momentos es muy importante sentirlo, darse cuenta y poco a poco ir aceptándolo y amándolo.
Y también es muy importante prestar atención a nuestra mente y nuestros sentimientos. Cuando estamos alegres sentirlo, darnos cuenta del porqué nos sentimos bien, cómo nos sentimos y tratemos de disfrutar de estas sensaciones positivas y agradables. Y también cuando nos sentimos mal, cuando tenemos tristeza, ira, mal humor. Darnos cuenta de cómo nos sentimos, por qué lo sentimos, dónde lo sentimos. Escuchémonos con tranquilidad para conocernos mejor y saber cómo podemos estar mejor con nosotros mismos.
En la medida que nos escuchamos, escucharemos mucho mejor a los demás. Escuchar no es dar consejos, no es decir a otra persona lo que tiene que hacer, no es darle “sermones”, no es decir “si hubieras hecho…”; escuchar es estar con, acompañar en silencio, escuchando sus sentimientos y su cuerpo con nuestros sentimientos y nuestro cuerpo, sin imponer ni aconsejar.
Existe la tendencia que cuando una persona dice, cuenta un problema, rápidamente se le dan todo tipo de consejos; se le dice todo lo que tiene que hacer; se le recuerda todo lo que hizo y no debió hacer. Esto no es escuchar, no es acompañar. Escuchar y acompañar es estar junto a la persona para que ella misma vaya encontrando su camino en libertad en la autonomía sabiendo que se puede apoyar en nosotros que estamos cerca. Escuchar y acompañar ayuda a que la persona tenga una mayor autonomía y libertad. Cuando una persona se siente escuchada se siente digna.
En resumen, saber escucharse, aceptarse y ser uno mismo, para ser eficaz en el encuentro con la otra persona. El psicólogo Carl Rogers observa que solamente cuando nos aceptamos como somos, podemos iniciar un camino para cambiar aquello que en nosotros va mal. Esta aceptación de nosotros mismos, convierte en auténtica la relación con el otro y esto asegura una trayectoria de escucha fructífera.