¿OTRA FORMA DE EDADISMO?
Salomé Martín, Coordinadora del Grupo de Ética y Legislación de la SEGG
Me contaba una compañera, en la sesión de reflexión de uno de los grupos de ética que coordino, que estaba muy preocupada porque algunas de las personas que están viviendo en el piso compartido para personas con discapacidad intelectual en el que trabaja, están a punto de cumplir 65 años y en el momento en que los cumplan, serán trasladadas de centro, pasando a vivir en una residencia de Personas Mayores.
Esta trabajadora decía que había dos o tres personas en las mismas circunstancias. Las tres conviven desde hace más de 10 años con los mismos compañeros que ahora son como su familia, con los mismos trabajadores, rutinas, espacios… y pensaba (creo que con mucha razón) en el duelo de estas personas, en el cambio tan radical que supone en sus vidas solo por cumplir un día, o un año más.
Puedo entender que tenemos pocos recursos, que no hay centros especializados para personas con discapacidad que también, y gracias a muchos factores, han aumentado su longevidad y tienen una esperanza de vida similar a la que tienen personas sin discapacidad. Lo que no puedo entender es que la edad suponga un cambio de vida, vivienda o entorno para ellos. ¿Aporta algo? ¿Es de ayuda? ¿Tiene de verdad sentido?
Esta trabajadora pensaba en la tristeza que sentirán estas personas (a las que por supuesto conoce con nombre y apellidos) y también a las que se quedan, y en la impotencia de los trabajadores que las apoyan desde hace años, a veces más de 20.
¿Realmente ese cambio en la edad es tan determinante? Porque yo creo que no, sencillamente es una norma estándar que todos hemos aceptado sin reflexionar sobre las consecuencias para cada una de las personas a las que afecta.
Quizá podríamos parar un poco y pensar (de eso va la ética) si la edad en este caso y por supuesto en la mayoría, es determinante de algo. Porque todos tenemos clarísimo que no conlleva un cambio sustancial en la persona, tan solo es un número, diabólico a veces en nuestra sociedad, que no modifica nada en realidad, pero que puede suponer un gran riesgo para esa persona.
No creo que exista inconveniente en que alguien, una persona, siga viviendo con su familia porque llegue a los 65 años. A nadie se le ocurre cambiar a alguien de entorno por “hacerse mayor”; es más, creo que nos parecería criticable. Sin embargo, está pasando a nuestro alrededor, aunque no nos enteremos y, aparentemente, nadie se pare a pensar y analizar si es razonable y adecuado, o solo una forma más de edadismo aceptado socialmente.
Seguimos tomando decisiones determinadas por la edad de las personas, no por su individualidad, necesidad de apoyos, situación real, historia vital, etc., solo y exclusivamente por la edad.
Quizá a estas alturas del siglo XXI con la longevidad en aumento, es momento de olvidarnos de la edad como único factor y pensar en cada una de las personas, teniendo en cuenta su biografía y no solo su cronología, trasladar de centro a personas con discapacidad o enfermedad mental simplemente porque cumplan 65 años me parece otra forma mas de edadismo.