Entrevista con Santiago Cotobal Rodeles
Residente de Geriatría del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés. Profesor de la Universidad Alfonso X. Ganador del premio al Mejor Residente de Geriatría 2023-2024
Santiago Cotobal Rodeles, geriatra del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés, Madrid fue premiado en el pasado Congreso Nacional de la SEGG con el premio al mejor residente de geriatría 2023-2024
¿Cómo ha sido tu experiencia estudiando Medicina en un entorno tan diferente?
Nací y crecí en Salamanca, siendo el mediano de tres hermanos. Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser médico como mi abuelo y mi padrino. De pequeño, cada vez que alguien en mi familia se enfermaba, me intrigaba por qué y cómo, con un tratamiento, la persona se recuperaba y volvía a estar bien. Eso sí, nunca me gustó ser yo el que tenía que ir al pediatra.
Después de terminar el bachillerato, tenía claro que necesitaba cambiar de aires para mi desarrollo personal. Tuve la suerte de enterarme que la hija de un conocido de mi padre se había ido a estudiar a Lituania. Empecé a investigar sobre la Luthuanian University of Health Sciences (LSMU) y su sistema de estudio basado en el Problem-Based Learning, sus clases en inglés y la calidad de la universidad. Esto inclinó la balanza y, tras no conseguir una plaza en Salamanca forzándome a salir de mi zona de confort, decidí presentarme a la prueba de acceso para estudiar Medicina en Lituania. Aprobé el examen y con 18 años, tomé mi primer avión. No conocía a nadie allí, no hablaba el idioma, pero sabía que quería estudiar medicina y hacerlo con un sistema basado en casos y no solo memorístico. Mi padre aún recuerda cuando me dejó en el control de seguridad en Barajas, rumbo a Kaunas, pensando en qué me depararía el futuro.
¿Cómo te sientes ahora que has encontrado tu camino en esta especialidad tan especial y significativa?
Lo que encontré superó mis expectativas. No solo confirmé mi amor por la medicina, sino que también tuve la oportunidad de aprender de otra cultura, conocer gente increíble y obtener una base en medicina que aún me sirve hoy. Así fueron pasando las asignaturas y los años, algunos con dudas y extrañando España (en cuarto hice Erasmus en Compostela), pero cada especialidad que estudiaba me encantaba hasta que llegó la última… Y tengo la suerte de que esa última fue geriatría. Mi profesora, Jurate Macijauskiene, en su primera clase nos habló de su experiencia con una pareja de pacientes, ella con Alzheimer y él su cuidador principal, quien, a pesar de su artritis, se esmeraba en maquillarla como a ella le gustaba antes. Con esa historia, me ganó por completo. Después vino la valoración geriátrica integral, la deprescripción, la prescripción de ejercicio físico y nutrición… Supe que quería hacer geriatría y ser para mis pacientes lo que ella era para los suyos.
¿Cómo ha sido esta nueva etapa laboral para ti mientras esperas los resultados del examen MIR?
Después de aprobar mi examen final y las prácticas, decidido a volver a España, llegué a Oviedo para el Curso Intensivo MIR Asturias, mi segunda alma mater, donde convertí todo lo que sabía al español y aprendí nuevos enfoques. Fue muy duro, hacer el examen MIR sin haber estudiado en España más de un año y conociendo otro enfoque es muy difícil, pero gracias a ellos logré mi plaza… Bueno, eso aún no lo sabía. Tras dos años de preparación y exámenes, dejé atrás Oviedo y me despedí de una de las ciudades más acogedoras que he conocido y de grandes amigos. Poco antes de que salieran las notas, empecé a trabajar como valorador de discapacidad en la Junta de Castilla y León (soy una persona inquieta que siempre quiere aprender y necesita estar activa, así que pensé que me vendría bien).
¿Cómo te sientes al dar este paso hacia tu formación como geriatra después de vivir experiencias tan intensas en el último año?
Y entonces llegó marzo de 2020, la pandemia de COVID-19 empezó, el proceso del MIR se paralizó y yo pasé a ser inspector-asesor COVID de todos los centros residenciales de la provincia de Salamanca. Miro atrás y esa experiencia fue durísima, en aquel momento todo lo que se podía hacer era estudiar, revisar, hacer cambios, ver pequeñas mejorías y seguir luchando por frenar esa ola tan devastadora. En el camino, mi abuela fue una de las que cayó. Al final de la segunda ola, mi abuela se fracturó la cadera ingresando en ortogeriatría en el Hospital Virgen de la Vega de Salamanca. Ver cómo Alfonso y Carmen, sus geriatras, atendieron a mi abuela y a mi familia, haciendo todo lo posible por curar y, cuando ya no se pudo, por paliar, inclinó definitivamente la balanza. Un día después del fallecimiento de mi abuela, confirmé en el Ministerio de Sanidad que tomaba la plaza de Geriatría del H.U Severo Ochoa.
Residencia
¿Qué aspecto de tu formación como médico geriatra te ha resultado más gratificante o desafiante hasta ahora?
Al día siguiente de elegir y el día del funeral, recibí una llamada de Carmen Navarro, un nombre que por aquel día no significaba nada para mí pero que durante los 4 años siguientes pasó a ser sinónimo de guía, confidente, profesora, compañera, amiga… en definitiva, TUTORA. Entre felicitaciones y demasiados consejos para aquel momento, me dio la bienvenida. Un mes después, dejando Salamanca y la Gerencia de Servicios Sociales que tanto me enseñó, volví a mudarme, esta vez a Leganés, una ciudad de la que solo conocía el chiste del monstruo, pero había oído que formaba muy buenos médicos y geriatras. El monstruo no lo vi, pero lo segundo sí. Seguramente, una de las tres mejores decisiones de mi vida fue esta.
Desde el principio me sentí apoyado por todo el equipazo dirigido por María Jesús Molina en el servicio de Geriatría del HUSO. Me dieron independencia cuando la iba mereciendo y me acompañaron cuando lo necesitaba. He tenido mayores maravillosas que ahora son geriatras excepcionales, pequeñas de las que cada día aprendo algo y un equipo que no solo son buenos médicos, buenos docentes y compañeros, sino que son parte de mí. De verdad, el camino es más fácil cuando vas en hombros de gigantes. Haberme formado en el HUSO y en áreas de geriatría que no tenemos en otros espectaculares hospitales como el Hospital Central de la Cruz Roja y en psicogeriatría en la Clínica Josefina Arregui no lo cambiaría por nada. Fuera de geriatría, también he tenido la suerte de contar con compañeros, mentores y profesionales sin igual, tanto residentes, como adjuntos, como enfermeras y el resto del personal sanitario. Los años fueron pasando y yo fui viéndome crecer poco a poco.
Como persona inquieta que soy, me fui involucrando en las sociedades nacionales y en Europa en la EuGMS, intentando participar de la forma más activa posible, así como en órganos de representación como el ICOMEM, la Comisión Nacional de Especialidades y la UEMS. Si algo tengo que recomendar a un residente que recién empieza es que diga siempre que sí. Gracias a esto, he conocido a gente maravillosa, he aprendido cómo se hacen las cosas fuera de mi entorno habitual, qué está bien y qué no… Es algo que, desde mi punto de vista, es importante y forma parte de la residencia más allá de las guardias, el estudio interminable y los cursos.
Así, poco a poco, los años pasaron y yo me fui capacitando en los cuatros pilares que creo son importantes en medicina: lo asistencial mediante el trabajo en el hospital y las guardias, la docencia colaborando en varias universidades y en el centro de alto rendimiento MIR Asturias, la investigación participando en proyectos de investigación multicéntricos y dirigiendo otros y la gestión en diferentes sociedades y organismos.
Futuro de la geriatría
¿Qué acciones concretas crees que se podrían llevar a cabo para impulsar estos cambios y lograr una mayor visibilidad y reconocimiento para la geriatría en España?
Esto es algo difícil de saber. Llevamos años creciendo y actualmente estamos reconocidos como especialidad en todas las comunidades autónomas, aunque no de forma equitativa ni en número suficiente. Creo que el primer paso es un crecimiento equitativo y estandarizado en España, extendiendo y siendo embajadores de un enfoque centrado en la atención integral, en preservar la calidad de vida, en evitar ingresos y en hacer estos lo más “humanos” y adecuados posible. Junto con ello, es importante continuar luchando por potenciar que la geriatría sea una parte importante de los programas universitarios y por qué su filosofía sea conocida por la sociedad y los stakeholders nacionales. Nuestra especialidad muchas veces es desconocida o estigmatizada y es nuestra labor promover el envejecimiento saludable y la calidad de vida.
Es realmente inspirador ver tu humildad y gratitud hacia las personas que te han acompañado en tu camino hacia el éxito. Reconocer el apoyo y la contribución de quienes te rodean es un gesto muy valioso y demuestra tu generosidad y consideración hacia los demás.
Es maravilloso que este premio te dé fuerzas para continuar avanzando en la misma dirección y seguir creciendo en tu camino. Sin duda, el reconocimiento a tu esfuerzo y dedicación es merecido, y es bonito ver cómo compartes ese reconocimiento con quienes han sido parte fundamental de tu trayectoria.
¿Cómo crees que este reconocimiento puede influir en tu futuro y en las metas que te has propuesto alcanzar?
Sinceramente me considero como ya he dicho una persona afortunada y que ha podido estos años formarse para conseguir esto, por tanto este premio considero que no es para mi si no para todas las personas que me han acompañado durante este camino que tan solo empieza y me da fuerzas para seguir remando en la misma dirección.