La SEGG advierte del peligro de desnutrición de los mayores que viven solos
Un anciano sano requiere en torno a unas 2.100 kilocalorías diarias que llegarían a 2.500 o más según su situación de salud y/o actividad física. El total de kilocalorías debe repartirse entre grasas, proteínas e hidratos de carbono.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerda que los ancianos deben realizar cinco comidas al día y que las comidas elaboradas para ellos se deben realizar con técnicas de cocinado que favorezcan la masticación, una buena presentación de los platos, controlando la temperatura de los mismos y usando condimentos o especias que hagan las comidas apetecibles.
La crisis económica, la soledad, algunos problemas de salud, la falta de apetito y la pereza por cocinar para uno solo hace que las personas mayores que viven solas en sus hogares estén entrando en riesgo de desnutrición, ya que, según asegura la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, cerca de un 20 por ciento de las personas mayores que viven solas en sus domicilios ingiere menos de 1.000 kilocalorías diarias.
Y es que esta cifra resulta insuficiente para una persona mayor, que, según explica el doctor Federico Cuesta Triana, geriatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, “debería ingerir unas 2.100 kilocalorías diarias, que llegarían a 2.500 o más según su situación de salud y/o actividad física” (estas cifras teóricas corresponden a un peso de 70 kilos. Si el peso es menor no llegaría a estas estimaciones).
Según este doctor, “las calorías recomendadas dependen de la situación de salud del anciano y del peso y en general se consideran necesarias unas 25-35 kilocalorías por kilo de peso y día. Estos cálculos aumentarían según el grado de actividad física y en situaciones de enfermedad”
Las razones por las que las personas mayores comen menos de lo que necesitan son múltiples, pero principalmente destacan algunos problemas de salud que son comunes en la edad geriátrica como son la pérdida de piezas dentarias, la dificultad para tragar, la ingesta de fármacos y la pérdida de apetito, pero, además, influyen otros factores sociales como la soledad a la que se ven abocadas muchas personas mayores, explica el doctor Cuesta Triana.
Soluciones a los problemas de alimentación en el mayor
Para solventar los inconvenientes que trae consigo el paso del tiempo en la alimentación del mayor, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, recuerda que se debe revisar la cavidad oral de los mayores y corregir la pérdida de piezas dentarias para facilitar la deglución. Asimismo, es útil realizar una limpieza adecuada de la cavidad oral, lo que facilita la percepción de los sabores y minimiza los riesgos de infección.
Por otra parte, modificar la consistencia del alimento o emplear agua gelificada y espesantes para minimizar las posibilidades de aspiración y mantener un estado de hidratación adecuado, resultan medidas eficaces para mejorar la dificultad que tiene este colectivo para tragar. En este apartado es fundamental la revisión de fármacos e interacciones por ser estos responsables de muchos efectos adversos sobre la esfera digestiva.
En cuanto a la pérdida de apetito, fraccionar la dieta resulta una estrategia beneficiosa para mejorar la ingesta. Como recuerda el doctor Cuesta Triana, es importante tener en cuenta la presentación de las comidas (su textura, preparación y temperatura), sin olvidar aspectos ambientales como la compañía en el momento de la comida. Por eso es fundamental que los cuidadores o profesionales pongan más dedicación en las comidas para así asegurarse de la correcta alimentación del mayor.
¿En qué se debe basar su menú?
La dieta de las personas mayores debe ser equilibrada. Según el doctor Cuesta Triana, “desde un punto de vista práctico, el menú del anciano puede basarse en la clásica pirámide de alimentación saludable que presta especial atención al consumo de agua y de mayor a menor frecuencia: pan, cereales, patatas, arroz, pasta, verduras, hortalizas, frutas, lácteos, carnes, pescado, huevos y de forma ocasional grasas y dulces”.
En situaciones de salud se mantiene la necesidad de comer al menos tres comidas fundamentales, añadiendo algo a media mañana y tras la cena antes de acostarse (el clásico resopón). En situaciones de enfermedad se intenta mantener el aporte total reduciendo el aporte de cada toma, pero incrementando su frecuencia. En estos casos suele existir menor apetito y sensación de saciedad precoz, lo que mejora con una dieta fraccionada, explica el doctor.
En cuanto a los alimentos, se suele recomendar el consumo de:
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Carnes preparadas de forma que se facilite su masticación (albóndigas, croquetas, etcétera).
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Pescados preparados al vapor, cocidos o a la plancha con retirada cuidadosa de espinas, que el anciano detecta con dificultad.
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Todos los platos se deben servir con una buena presentación y en condiciones de temperatura adecuada, acompañados de hierbas aromáticas, limón… para sustituir la sal, potenciar el sabor y mejorar su ingesta.
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Los huevos se presentan cocidos, como tortillas o batidos en leche para incrementar el consumo proteico en situaciones de menor ingesta.
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Los lácteos suelen emplearse en forma de queso fresco, yogures o leche semi o desnatada.
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Las legumbres en forma de puré o incluso tamizadas para retirar más porcentaje de fibra según la capacidad de masticación y deglución.
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Las verduras y hortalizas se tomarán en forma de puré o en ensalada, según las características del anciano.
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A veces es útil la preparación de zumos que mejoran, además, la hidratación.
En cuanto a la prohibición de alimentos, el doctor Cuesta Triana, opina que “en condiciones de salud es más útil hablar de adaptar las ingestas al paciente que de prohibir, ya que en este subgrupo de población es mucho más frecuente la desnutrición. A veces se debe pactar con el anciano la toma controlada de algunos elementos como el alcohol o la sal en un intento por minimizar las dietas restrictivas y el riesgo de desnutrición. En situaciones de enfermedad dependerá del tipo de patología en cada caso”.
Sobre la SEGG
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología es una de las sociedades europeas más numerosa y activa. Actualmente cuenta con más de 2.400 socios de áreas multidisciplinares: médicos (especialistas en geriatría, en atención primaria, etcétera), sociólogos, diplomados en enfermería, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, terapeutas, ocupacionales, fisioterapeutas, geógrafos, arquitectos, economistas, farmacéuticos…
Para la SEGG, las personas mayores son su principal razón de ser y por ello su trabajo persigue dos líneas principales de actuación: la universalización de la atención geriátrica especializada con el fin de evitar desigualdades y el seguimiento de la ley de la “dependencia”.