Alzheimer. Detecta sus síntomas
El Alzheimer es una enfermedad descrita por primera vez en 1906 por el neurólogo alemán Alois Alzheimer, de quien proviene su nombre. Entre los muchos afectados por la enfermedad figuran personajes famosos como Adolfo Suárez, Eduardo Chillida o Pasqual Maragall. Es una causa frecuente de invalidez, mortalidad y dependencia en las personas mayores, así como de un cambio cualitativo en aquellos que se encargarán de cuidar a dichos pacientes. Por cada enfermo, se supone que se verán implicadas en sus cuidados de una a cuatro personas.
¿Cómo saber si un familiar tiene Alzheimer?
El Alzheimer es una verdadera enfermedad, y no una consecuencia del envejecimiento. Los cambios que se asocian a un envejecimiento normal no llegan a interferir con las capacidades y no limitan la realización de las actividades habituales.No existe una presentación única de la enfermedad, y cada individuo manifestará diferentes síntomas y en diferente grado. Algunos cambios pueden ser considerados dentro del rango de la normalidad, como que cueste algo más aprender nuevas tareas, o dificultades para prestar atención a varias cosas a la vez. Es importante, de todas maneras, que seamos conscientes de que hay muchos factores que influirán como la presencia de ansiedad o depresión, tristeza, la presencia de otras enfermedades y el uso concomitante de diferentes fármacos. Para ayudar al entendimiento y anticiparse a la enfermedad se han descrito diferentes estadios progresivos, pero cada persona experimentará una evolución distinta. Cada estadio representa unos retos diferentes para el paciente y los cuidadores. Al inicio de la enfermedad puede que los cambios no sean muy evidentes y que las preguntas recurrentes o la tendencia a olvidar datos sea lo más frecuente. También podemos observar dificultades para poder encontrar las palabras necesarias durante una conversación, tendencia a centrar las conversaciones en el pasado, cambios bruscos en el humor, incapacidad para entender instrucciones complejas, perderse en sitios habituales, colocar cosas en lugares equivocados, dejar de realizar actividades cotidianas con las que antes disfrutaba, dificultades con el manejo de los asuntos económicos o en las actividades básicas de la vida diaria entre otras.
¿Qué hacer al respecto?
Ante la sospecha de que nuestro familiar pueda estar desarrollando la enfermedad es importante acudir a un profesional. El diagnóstico nos va a permitir adelantarnos a la aparición de las diferentes fases para planificar las diferentes necesidades e incluso iniciar tratamientos para intentar frenar el ineludible avance de la enfermedad. El diagnóstico inicial es siempre un diagnóstico de presunción, ya que la prueba definitiva son las lesiones específicas que se objetivan en el estudio histológico del cerebro. No existe un análisis sanguíneo que permita afirmar el diagnóstico, aunque mediante los análisis se excluyen enfermedades que simulan síntomas de demencia, pero que son potencialmente tratables como el hipotiroidismo y los déficits vitamínicos. Es fundamental descartar que un cuadro depresivo esté justificando o contribuyendo a los síntomas para iniciar un tratamiento apropiado, y en otras ocasiones se deben revisar los fármacos que toma el anciano por si pudieran contribuir a su deterioro cognitivo. La evaluación diagnóstica debe incluir entrevistas con los familiares o cuidadores que estén en contacto con el paciente y que permitan comprobar la evolución y diferentes síntomas. También se deben realizar una serie de test neuropsicológicos que ponen de manifiesto la intensidad de los trastornos de memoria y de otras funciones intelectuales. Las pruebas de imagen mediante escáner o resonancia magnética evidencian anomalías en diferentes partes del cerebro (como la región del hipocampo).El papel del cuidador
Sea cual sea la causa de la demencia, las respuestas emocionales a la realidad de convertirse en un cuidador de alguien con deterioro cognitivo son significativas. Las emociones influyen en nuestra conducta, y cuidar de un enfermo de Alzheimer es una experiencia a veces muy dura que condiciona el resto de la vida. Las emociones pueden variar desde la ansiedad, el miedo, la cólera y la tristeza hasta las de empatía y aceptación. Son de igual importancia las emociones de los enfermos, ya que pueden sentirse avergonzados, con miedo e inseguridad y es muy importante reconocer sus sentimientos. Ellos desean permanecer siendo respetados, hablados y escuchados y no volverse invisibles. Debemos conseguir una adecuada comunicación, y para ello puede ser útil estar cara a cara cuando hablamos, hablar despacio, evitar razonamientos lógicos extensos o discutir.El aspecto terapéutico debe incluir apoyo emocional, consejos y programas de educación para los familiares. Es aquí donde las asociaciones de familiares de enfermos suponen un gran punto de apoyo a la hora de compartir y de recibir información. A través del entrenamiento los familiares pueden conseguir cuidar durante más tiempo a los enfermos en su domicilio o realizar una correcta promoción de la seguridad e independencia. A este respecto, debemos tener en cuenta actividades en principio inocuas, pero que pueden suponer un riesgo para el paciente o su familia, como fumar, cocinar, tomar las medicaciones, usar aparatos eléctricos o agua caliente, y conducir. También debemos anticiparnos al deterioro severo en diversos aspectos como los económicos y legales, estableciendo, cuando fuera conveniente, unas directrices avanzadas para decidir con antelación.
Cuando los cuidados al enfermo no puedan ser ofrecidos con la calidad necesaria o la sobrecarga del cuidador sobrepase sus capacidades, habrá que valorar alternativas a la estancia domiciliaria como los centros de día y eventualmente un ingreso residencial.
Síntomas según evoluciona la enfermedad
INICIAL- Dificultades para recordar acontecimientos y conversaciones.
- Dificultad para recordar el mes o el día de la semana.
- Pérdida progresiva de la capacidad de controlar los asuntos económicos.
- Aislamiento social y apatía progresivos.
- Dificultades progresivas para cocinar y comprar.
- Dificultad para tomar decisiones correctas y aprender cosas nuevas.
- Tendencia a perder cosas o dejarlas en sitios incorrectos.
- Puede desorientarse en ambientes conocidos.
- Enfados, desconfianza, ideas inapropiadas.
- Deambulación errática.
- Repetición de preguntas y palabras.
- Alucinaciones.
- Dificultades con la alimentación.
- Conductas violentas o sexualmente inapropiadas.
- Progresión en la necesidad de ayuda para bañarse, asearse, vestirse, etcétera.
- Dificultades para leer y escribir.
- Incoordinación.
- Puede empezar a dejar de reconocer familiares y amigos.
- Incapacidad para la comunicación.
- Incapacidad de reconocer personas, lugares y objetos.
- Imposibilidad de participar en las tareas de autocuidados.
- Incapacidad para deambular y debilidad muscular progresiva.
- Puede perderse la capacidad de tragar.
- Incontinencia urinaria y fecal.