Residencias. Centros que velan por nuestra salud
Actualmente, son las personas mayores en situación de dependencia las que, mayoritariamente, ocupan las plazas residenciales. Este cambio, en el perfil de sus usuarios ha repercutido en una mayor medicalización de la atención; por tanto, se ha evolucionado a un modelo de residencia que, sin abandonar el concepto de que es un lugar para vivir, se ha convertido en unidades de larga estancia o cuidado continuado extra-hospitalario donde se atienden pacientes ancianos, con muy escasas o nulas posibilidades de recuperación, que precisan cuidados continuos clínicos y de enfermería del más alto nivel y por tanto deben contar con los medios técnicos y humanos para suministrarlos.
Los cuidados médicos en residencias son necesarios para muchos ancianos que padecen enfermedades crónicas en sus últimos estadios y déficits funcionales tan importantes, que difícilmente podrían atenderse en un domicilio. Actualmente, en España, las residencias son las principales proveedoras de asistencia institucional de larga duración, donde se prestan cuidados continuados a personas con incapacidad que precisan mantener sus limitados niveles de función, salud y bienestar mental y social.
Hemos saltado del asilo frío y aislado del pasado, a la nueva concepción de esta casa técnicamente preparada y humanamente asistida, abierta a las relaciones familiares, sociales y a otros servicios que pueda prestar la comunidad.
El ingreso
Cuando una persona mayor llega a una residencia, el médico evaluará su estado de salud. En la actualidad, es frecuente que el residente traiga un informe clínico de su médico de familia; pero, en otras ocasiones, habrá que construir su historia basándose en la entrevista con él, si es posible, y/o con su familiares y allegados.En primer lugar, al llegar al centro, se realizará una exploración minuciosa, se revisará el protocolo farmacológico, estableciendo las modificaciones oportunas, si es preciso, se solicitarán las pruebas complementarias que sean necesarias, e interactuando con el equipo multidisciplinar, paciente y familia se tomarán las decisiones, elaborando el plan de abordaje integral adecuado. Una vez realizada la valoración geriátrica integral, se llevará a cabo la monitorización clínica para seguimiento de las patologías crónicas y fijaremos los objetivos y sucesivas fechas de revisión.
El perfil del residente
La persona que vive en una residencia es, habitualmente, dependiente en mayor o menor grado, es decir, necesita ayuda para realizar alguna de las actividades básicas de la vida diaria (comer, asearse, vestirse, moverse…) o instrumentales (hacer la compra, cocinar, cuidar la casa, manejar el dinero, usar trasporte, administrase la medicación…).Fundamentalmente, se aconseja el ingreso en una residencia a aquellas personas que reúnan criterios de anciano frágil o de alto riesgo, como los de: caídas de repetición, pluripatología, tomar más de tres fármacos con efectos secundarios importantes, o fármacos vitales de pauta estricta (insulina, anticoagulantes, antiarrítmicos…), deterioro cognitivo, depresión o enfermedad terminal (neoplasia avanzada, demencia grave y otros).
El papel del médico
- Debe mantener todas las funciones del paciente e incluso recuperar algunas ya perdidas (mediante técnicas rehabilitadoras y terapia ocupacional), con optimismo realista, y sabiendo que los pequeños logros funcionales pueden significar el paso a la autosuficiencia o una menor dependencia, así como aumentar la autoestima.
- Debe prevenir el incremento de la dependencia mediante terapias y programas adecuados.
- Atenderá la enfermedad en la residencia, siempre que ésta no constituya motivo de ingreso hospitalario. Sólo se procederá a la hospitalización cuando ésta sea necesaria, por presentar enfermedad aguda, o reagudización de enfermedad crónica, no susceptible de tratamiento en la residencia.
- Establecerá una alimentación sana, equilibrada y variada, si es posible ofertando varias opciones para fomentar la capacidad de elección. Sin olvidar la presentación esmerada de los platos.
- Respetará el principio de autonomía por encima del de beneficencia (la postura paternalista supondría un menoscabo de su libertad personal). Considerará al paciente como un adulto con capacidad de decisión mientras pueda tenerla; incluso en algunos estados incipientes de demencia son capaces de discernir, saber lo que desean, decir qué les duele, o como les ha alegrado ver a un hijo suyo.
- Asistirá al paciente moribundo: mediante control de síntomas y aspectos psicológicos (dolor, disnea, anorexia, nauseas, vómitos, estreñimiento, diarrea, úlceras por presión, confusión, tristeza y depresión, ansiedad y agitación, insomnio, estrés). Le escuchará de forma activa, combatirá el estrés mediante información, consejo, acompañamiento y psicoterapia en tiempo limitado.
Geriatra. Médico de la residencia para Personas Mayores de la Junta de Andalucía en Almería.