No cerrar sesión

Indique el email con el que se registró y la nueva contraseña que desee tener.

Recibirá un correo para validar el cambio de contraseña.

Condiciones de uso

Reportajes de Salud

Me sienta mal la leche ¿Tendré intolerancia a la lactosa?

Me sienta mal la leche ¿Tendré intolerancia a la lactosa?
La intolerancia a la lactosa es un problema que puede comenzar en diversos momentos en la vida y aunque es más común en los adultos y personas mayores, no representa ningún peligro para la salud.La lactosa es un hidrato de carbono, disacárido o azúcar doble, por lo que también se llama azúcar de la leche. Aparece en la leche de las hembras de los mamíferos en una proporción del cuatro al cinco por ciento.

Para una correcta digestión de la lactosa los seres humanos precisamos un enzima (sustancia que ayuda a descomponerla que se llama lactasa). Cuando el organismo no es capaz de asimilar correctamente la lactosa, por falta de este enzima, aparecen diversas molestias que, en conjunto, se denominan intolerancia a la lactosa.

Antes de que los seres humanos se convirtieran en granjeros y procesaran productos lácteos, la mayoría de las personas no seguía consumiendo leche en su vida adulta, de tal manera que no producían lactasa después de las primeras etapas de la infancia.

Existe relación entre la probabilidad de padecer esta enfermedad y la cultura donde nos desarrollemos. Por ejemplo, en culturas de gran consumo de leche la probabilidad de desarrollar la intolerancia a la lactosa es más alta que en culturas donde no existe la costumbre de consumir leche, dado que en las primeras la cantidad de lactasa en los organismos y su duración es mayor. Por tanto, el número de casos de intolerantes a la lactosa varía en función de los grupos étnicos. Los grupos más afectados en poblaciones cosmopolitas son los africanos, indios, americanos y asiáticos, contrastando con la baja prevalencia que presentan los norteamericanos caucásicos y los europeos escandinavos. Podemos encontrar cifras tan dispares como que solo el uno por ciento de los suecos la padecen, frente al 95 por ciento de los tailandeses. En España se calcula que hasta un 15 por ciento de la población puede verse afectada en algún grado y momento por la intolerancia a la lactosa.

¿Afecta a todos por igual?

La sensibilidad a la lactosa puede variar ampliamente; algunas personas notan sus efectos de forma inmediata tras consumir pequeñas cantidades de leche, mientras otras tienen un umbral de sensibilidad más alto y es más difícil de observar su relación causa-efecto. La sensibilidad puede también cambiar con el tiempo y con el estado general de salud. Un episodio agudo de diarrea, causada por una infección, puede reducir temporalmente los niveles de lactasa y hacer más sensible a la lactosa de forma temporal.

Existen dos formas de intolerancia a la lactosa. Una forma congénita o permanente (que se produce desde el nacimiento) y una forma secundaria o adquirida (aparece de forma temporal o reversible). Nos referiremos a esta última por ser la de más interés en personas mayores, dado que la congénita se conocerá al llegar a estas edades.

En el origen de intolerancia a la lactosa que aparece en adultos se pueden encontrar diversos procesos como infecciones intestinales, algunos medicamentos (aspirina, antiinflamatorios, antibióticos…), estados de malnutrición, enfermedades crónicas del intestino delgado como las relacionadas con algunos tumores, inflamaciones, diabetes e incluso la celiaquia o intolerancia al gluten (proteína presente en algunos cereales) que puede presentarse conjuntamente.

¿Qué síntomas provoca?

Los síntomas se presentan frecuentemente después de la ingestión de productos lácteos. Si se relaciona la aparición de los síntomas con la toma de leche, derivados lácteos o algún producto que contenga lactosa en su composición, se debe consultar con el médico.

Los síntomas varían de una persona a otra y en función de la severidad del cuadro. Es frecuente encontrar: náuseas, dolor abdominal, espasmos (retortijones), hinchazón y distensión abdominal, gases abdominales y flatulencias, diarreas ácidas, heces de muy poco peso y consistencia que aparecen como “flotantes”, defecación explosiva, vómitos enrojecimiento perianal por el contenido y calidad de la heces. Estas situaciones pueden llevar a pérdida de peso y desnutrición.

¿Cómo podemos sospechar la intolerancia?

Si aparecen algunos de estos síntomas de forma continuada al tomar leche, yogur, nata, cremas de leche, queso, requesón, helados u otros que contengan leche en su composición, hay que consultar con el geriatra o con el especialista de aparato digestivo. Pero, ¡ojo!, hay otros alimentos y muchos medicamentos que pueden llevar lactosa como aditivo por su textura, sabor y cualidades adhesivas o para comprimir; por ejemplo la encontramos en algunos medicamentos (comprimidos, pastillas, grageas, etcétera). También no es extraño que encontremos lactosa en la composición de alimentos como las salchichas, los patés, el pan en rebanadas o de molde, las comidas preparadas, las barritas energéticas, las de proteínas y las de régimen.

Una vez que el médico establece la sospecha de una intolerancia a la lactosa puede recurrir a varios métodos para llevar a cabo el diagnóstico. Estos métodos son el análisis de sangre tras dar una cantidad determinada (sobrecarga) de lactosa por vía oral y ver sus repercusiones sobre las cifras de glucemia (azúcar en sangre), la medición del hidrógeno (gas) que espiramos tras dar una sobrecarga oral de lactosa (cuando hay intolerancia aumenta el hidrógeno que espiramos) o la biopsia de intestino delgado. A este último método se recurre cuando no hay certeza en el diagnóstico con los anteriores.
Imagen

¿Qué soluciones hay?

La lógica nos indica seguir cuatro pasos para solucionar los síntomas asociados a la intolerancia a la lactosa: excluir la lactosa de la dieta, sustituirla para mantener el consumo de las sustancias nutritivas necesarias, asegurar el consumo de calcio que se pierde al dejar de consumir lácteos y usar, si es posible, alguna sustancia que sustituya al enzima que falta.

Así, nos podemos plantear consumir leche sin lactosa (ya puesta en comercialización por la industria láctea) o sustituirla por las llamadas “leches” de soja, almendra, cacahuete, avena y arroz.

En cualquier caso y ante la necesidad de sustituir los lácteos o aportar suplementos de calcio u otras sustancias, estas orientaciones deben partir del médico o nutricionista y, ante cualquier duda hay que consultar al geriatra.

Alimentos a evitar

Los siguientes productos deben evitarse si se padece intolerancia a la lactosa:
  • Leche (ya sea entera, condensada, en polvo, desnatada o en cualquier otra forma).

  • Postres de origen o composición láctea (mousses, flanes, natas, helados, cremas, etcétera).

  • Quesos (a veces, los muy curados no producen intolerancia).

  • Mantequilla.

  • Algunos dulces.

  • Pan de molde.

  • Platos preparados.

  • Batidos de leche.

  • Chocolate con leche.

  • Pastelería industrial que utilice leche o crema de leche.

  • Medicamentos que contengan lactosa en su composición (viene especificado en el prospecto).
Dr. José Antonio López Trigo - Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
Dr. José Antonio López Trigo
Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
 
Icono comentarios
Comentarios (0)

Para enviar comentarios debe estar identificado. Iniciar sesión

¿No tienes usuario?. Regístrate

Podcast de la SEGG
Webinar de la SEGG
PORTAL DE FORMACIÓN
Cursos on-line de la SEGG
BOLSA DE TRABAJO
Bolsa de trabajo de la SEGG
Grupos de trabajo al día
PATROCINADO POR SEGG
PUBLICACIONES SEGG
Nueva herramienta de Envejecimiento Saludable de la SEEN
Boletín de enfermedades infeccionas y covid de la Fundación de Ciencias de la Salud
Una movilización global sin precedentes de la Comunidad Geriátrica y Gerontológica para defender los derechos de los mayores.